Siempre estuvo allí, en verano sus hojas eran de color verde. Todos en la comarca, disfrutaban bajo su sombra. Los niños jugaban, los enamorados se besaban, las madres acunaban a sus bebés. En invierno nadie lo miraba, era solamente un arbol de hojas amarillas; solo eso.
Había alguien que si se preocupaba por él, una vez al mes le ponía más tierra. Con una pala a su alrededor le hacía una canaleta, le puso una guía para que creciera con rectitud y con fuerza. El árbol estaba muy contento que se ocuparan de él. Pero no sabía como agradecerlo.
Un día unas haditas, revoloteaban a su alrededor. El árbol estaba decidido a agradecer lo que hacían por él, y les preguntó: «¿Por favor que encanto pueden hacerme, para devolver los cuidados que me hace un señor de cabellos blancos?». Las haditas se rieron, y solamente posaron sus baritas sobre las hojas. Le contestaron:»dile que venga mañana con una gran bolsa, que mire tus ramas y que de allí vendrá tu agradeciemiento».
Cuando el señor apareció al día siguiente, el árbol le dijo que fuera a la siesta. A esa hora el hombre de cabellos blancos llenó su bolsa con hojas de oro que caían del árbol.
Irlanda, mientras leen les estoy haciendo llegar estrellitas de protección y amor!
Nota: Con referencia a los Derechos de Autoría, y Propiedad Intelectual de este Cuento – Ficción – . Dirigirse a la 1º pestaña a la derecha, del encabezado del Blog.
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