El matrimonio, como todos los actos rituales de los aztecas, seguía cánones bien establecidos. La edad indicada para el hombre eran los 22 años, y para la mujer, 17 o 18. Quienes concertaban el matrimonio eran los padres. Los del novio solicitaban a la muchacha. El primer intento debía obtener siempre una respuesta negativa en actitud de gran dignidad; en el segundo se aplazaba la respuesta hasta consultar la voluntad de la novia.
Ya obtenido el consentimiento se señalaba el día de la boda, y cuando llegaba la novia era conducida con gran pompa, entre música y alegría, a la casa del novio. Acompañado de sus padres, el novio salía a la puerta para recibir a su futura esposa con un incensario en las manos y rodeado de personas que llevaban hachas encendidas. Después de incensarse los novios mutuamente, él tomaba a la prometida de la mano y la conducía a la sala para que se llevara a cabo la boda.
Los novios se colocaban en una estera nueva bordada con primor cerca del fuego preparado con anticipación. Después empezaba lo esencial de la ceremonia: el sacerdote ataba los vestidos de los novios, y éstos, tomados de las manos, daban vuelta siete veces alrededor del fuego quemando incienso, elevando emocionadas plegarias a los dioses y haciéndose obsequios uno a otro.
Después venía el banquete; los esposos se daban de comer mutuamente sentados en la estera en medio de la habitación. Los invitados se instalaban en derredor, a distancia. Los invitados podían salir a bailar al patio cuando el pulque ya había hecho su efecto regocijante.
Los novios permanecían en la pieza cuatro días, entregados a la penitencia y al ayuno y orando a los dioses. Los sacerdotes preparaban los lechos. El del novio se adornaba con plumas y el de la novia con una piedra preciosa. La fiesta terminaba con regalos para los invitados.
Quizá un ritual tan bello se antoje para ser único en la vida; pero entre los aztecas, sobre todo los nobles, estaba permitida la poligamia. Vulnerable entre los poderosos
Tezozómoc el soñador- Los tepanecas fueron otra de las siete tribus nahuatlacas que llegaron al Valle de México. Se apoderaron del noroeste de Anáhuac y establecieron la aldea de Azcapotzalco, que llegó a constituir un fuerte señorío, al lado del Lago de Texcoco. Nueve reyes se sucedieron entre 1168 y 1348; después, subió Tezozómoc al trono tepaneca. Gracias a su habilidad e increíble energía consiguió la supremacía de su tribu en el Valle de México.
Tezozómoc hostilizó a sus vecinos, sobre todo a los aztecas, exigiéndoles tributos y servidumbre. Después de haberle hecho la vida imposible a Acamapichtli, primer rey azteca, se concertó una tregua cuando el tepaneca concedió a una de sus hijas para que se desposara con Huitzilíhuitl, sucesor de Acamapichtli.
Durante este periodo, el Rey de Azcapotzalco se dedicó a presionar a los texcocanos. Les hizo varias veces la guerra, y al comprobar repetidas veces el valor de los texcocanos o acolhuas y de sus dirigentes y aliados, Tezozómoc recurrió mañosamente a una argucia. Hizo promesas de paz, pero en realidad buscó alianzas hasta que arrebató el trono al rey Ixtlixóchitl y comenzó a perseguirlo. Hostilizó a los herederos y especialmente a Nezahualcóyotl, a quien correspondía la sucesión acolhua. Al joven hijo de Ixtlixóchitl le tocó el duro trance de presenciar el asesinato de su amado padre: oculto en la copa de un árbol, el futuro rey poeta de los texcocanos observó cómo el fiero Tezozómoc destruía a Ixtlixóchitl, quien murió luchando con valor mientras su gente escapaba para refugiarse en las montañas. El Gran Señorío de Texcoco pasó a poder del Rey de Azcapotzalco.
Irlanda, mientras leen les estoy haciendo llegar estrellitas de protección y amor!
Fuente: http://www.selecciones.com/acercade/art.php?id=850
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